jueves, 29 de noviembre de 2007

El circo de la esperanza

Este fin de semana pasaron un documental por televisión que me dejó llena de energía y a la vez confirmaba mi pensamiento que la cultura, además de promover el desarrollo económico y social de un país, sirve para alegrar la vida de la gente y hacerla más feliz.
Cécil una acróbata decía ante la cámara de TV que el Cirque de Soleil había organizado un campamento de verano para niños que habían sido abandonados por sus familias y que vivían en las calles de la ciudad de Mulan Bator en Mongolia. En este campamento se les enseñaba varios ejercicios acrobáticos como hacer saltos, montar en monociclo, lanzar aros en el aire.
La acróbata Cécil afirmaba que "Al principio los niños no querían hacer los ejercicios acrobáticos porque pensaban que no eran capaces de hacerlos ya que tenían una autoestima muy baja". "Incluso había algunos que se mostraban agresivos al principio y no confiaban en nosotros" añade.
Pero al final Cécil y los otros miembros del Cirque de Soleil les enseñaron bien cómo había que hacerlo. Los niños cuando vieron que ya les empezaba a salir los ejercicios acrobáticos se ponían muy contentos y felices. Por un momento, olvidaban todas las cosas malas que les habían pasado como: robar en los trenes, dormir bajo las alcantarillas de las calles...


La organización del Cirque de Soleil quiere volver a repetir esta experiencia el año que viene ya que ha estado muy positiva. Muchos niños han mejorado su nivel de estudios desde que empezaron este campamento de verano. Los niños ya no se sienten unos fracasados, se ven que son capaces de hacer muchas cosas en la vida y esto es algo muy positivo.
Cuando haya terminado el campamento de verano del Cirque de Soleil, estos niños no volveran nunca más a dormir en las calles sino que vivirán en un centro de acogida de jóvenes donde podrán seguir con sus estudios y practicando lo que más les gusta: el circo.

sábado, 3 de noviembre de 2007

Volver a la montaña

Hace muchos días que no iba de excursión y la verdad es que ya lo echaba en falta. Me hacía pereza despertarme muy pronto para ir a la montaña pero también quería ir para ver la naturaleza: los bosques, los campos, el agua de los ríos...¡tantos edificios y cemento ya me ponen enferma!
El día despierta con un sol radiante y el cielo azul. Vamos en un cotxe 4x4 por una carretera muy estrecha y con muchas curvas que va subiendo cada vez más. Al final, llegamos al pequeño pueblo de Tregurà situado a 1.500 metros de altura. El restaurante-hotel y las seis casas del pueblo son de madera y tienen un jardín pequeño con avetos, margarita, geranios y algunas flores silvestres de montaña. Desde Tregurà, se pueden ver a lo lejos: los bosques de castaños y encinas con las hojas doradas o de color rojizo. También se ve perfectamente las montañas del Bastiments y el Gra de Fajol, la estación de esquí de Vall Ter y el pueblo muy turístico de Set Cases.
Dejamos el coche aparcado y subimos con las botas, la mochila y unos palos de esquí por un sendero que nos llevará a un pequeño lago donde hay tres vacas que yacen tranquilas en la hierba. Seguimos caminando y llegamos a una fuente. Allí nos paramos para beber un poco de agua fría y hacer algunas fotos. Se puede ver el prado muy verde y el torrente de Fontlletera que se desliza suavemente por la montaña. El camino sigue subiendo fuerte, empezamos a sudar y nos sacamos el forro polar. De pronto, se ven en la ladera cinco ciervos que nos están observando atentamente. Los miramos con el anteojos y ellos no se mueven parece que les hayan echado un maleficio y se hayan quedado petrificados de miedo.
Subimos un poco más y llegamos al collado de la montaña del Balandrau. Allí hacía un poco de viento pero es normal porque los collados están cerca de la cima. Podemos pizar un poco de nieve que ha caído estos días de noviembre.La vista es magnífica porque se pueden ver muchas montañas como el Bastiments.
Nos volvemos a poner el forro polar o el soft shell porque hace un poco de viento y cogemos otra vez el sendero que nos llevará a la cima del Balandrau. El camino sube, se nota en las piernas el cansancio. Ya hace una hora y media que andamos. Pero ya falta poco para llegar al Balandrau. Un poco de constancia y... ¡ya estamos arriba de la cima!
Des del Balandrau de 2.850 metros de altura se pueden ver las montañas del valle de Núria: El Torreneules y el Puigmal. También se ve perfectamente el camino de los ingenieros y el valle de Coma de Vaca. Hace un día espléndido. Se ven todos los picos. Una ave negra llamada "el trencalòs" planea haciendo círculos sobre la montaña y nuestras cabezas. Nos sentamos a tomar el sol y a comer unas galletas con chocolate y unas manzanas. Nos hacemos una foto en el cilindro de cemento y el mapa topográfico de la cima que es el punto más alto para recordar para siempre que hemos podido subir y recordar para siempre este día tan bonito.

From Balandrau 2007